Es algún futuro que reclama el aguante. Algún martes
olvidando los lunes. Son las luces del sol planchando el piso de hormigón. Es
el recuerdo de no olvidar la vida. La sonrisa que congela la memoria. Lo
aplicado de escribir hasta los bostezos. Destino de dejar la marca. Son los
besos en el alma de un pibe que se desperezó y sintió: la crueldad de razonar,
queriendo llegar a amar a la fuerza un pasado pisoteado, sueños empuñados en
dagas desafiladas. Se resbala en la vereda la potencia de salir y tu mano, cumbre
abierta, siempre alerta. No es despedida el mate aun cebado aguardando en la
mesada, no es el fin si aún la risa pueril te acuna en su recuerdo, no es morir
si hay falta, se hace anacrónica la presencia cuando por dentro todos te
llevan.
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